Perdida... en casa 💭

*|MC:SUBJECT|*
¿Te mandaron esta edición? 
Suscríbete a El Chisme aquí 

Por Carmen Rita Candelario

He vaciado mis maletas y mi (poca) ropa está en exhibición en la habitación de mi infancia. Honestamente, estoy orgullosa de haber podido empacar tan poco esta vez. Hago todo lo posible para mantener lo que es vivir de las mismas piezas y bolsas de maquillaje durante casi un mes bajo control. En parte porque no quiero perder nada, pero más que nada porque no quiero que pa’ y ma’ piensen que soy un desastre.

Había pasado más de un año desde que escuché a los pájaros, que mi mamá alimenta religiosamente, cantar en mi ventana a las 6 a. m., o el sonido de los árboles que rodean nuestro apartamento moviéndose con la brisa.

Había pasado tanto tiempo. Demasiado tiempo.

Soñaba con lo que se sentiría finalmente abrazar a mis padres. Desde que me fui a la universidad hace casi diez años, no me había sentido tan ansiosa y nerviosa al escuchar las ruedas del avión finalmente tocar el suelo, y la bulla y aplausos que desatan.

Cariño, estoy en casa.

¿Casa?

Y, sin embargo, no sé de qué otra manera describir el sentimiento que me causa estar allí más que... perdida. Solo basta un atardecer en la playa o una siesta larga y desorientadora en la habitación de mi infancia para hacerme sentir tan completamente fuera de lugar.

Tampoco estoy segura de si me creo mi propia historia de que el "tiempo de calidad" es suficiente.

Tiene que haber un músculo profundo en tu corazón que se desgarra cuando dejas el lugar de donde eres. Incluso si te querías ir. Incluso si querías estar (realmente) lejos de todo. Incluso si sabes todo lo que (realmente) significaba quedarse. Todavía no sé qué hacer con el vacío que siento cada vez que conduzco a mi apartamento y veo las montañas que rodean a Santiago. Tampoco estoy segura de si me creo mi propia historia de que el "tiempo de calidad" es suficiente. Tratar de pacificar constantemente mi ansiedad es parte de ser millennial, y "tenerlo todo" es la utopía que sabemos no existe y, sin embargo, todavía estamos tratando de fabricar de alguna manera.

Nunca compensaré las veces que mis padres me necesitaron y yo no estuve allí. Nunca compensaré matrimonios, divorcios, nacimientos y muertes que viví a través de una pantalla o una llamada telefónica. Incluso antes de la pandemia, navegué por momentos decisivos para mi familia: perder a dos niños, un ojo izquierdo defectuoso, comenzar una nueva empresa y cerrar un negocio, solo por nombrar algunos, desde Nueva York y Oakland.

¿De verdad pienso que ver un documental cualquiera en History Channel con mi papá o dormir una siesta con mi mamá realmente compensa algo? Honestamente, no puedo decir que sí.

Reconciliarme con lo que he perdido para siempre entiendo que definirá la próxima década de mi vida, y cómo (y dónde) decido vivirla. Haber sido forzada a la literal esquina de los Estados Unidos durante más de un año cristalizó la elección que hice: elegí una vida lejos de las dos personas que más amo en este mundo. Y en una sociedad que está tratando de convencernos de que puedes "tenerlo todo", me gustaría gritarles que no se puede, carajo.

Nunca compensaré no estar en casa. Ya, lo dije. Mi única esperanza es de que haya paz, de alguna manera, en el otro lado.

¿Quieres compartir esta edición?
¡Copia este link!
Link
Website

Don't want to be updated on our chulerías?
You can 
update your preferences or unsubscribe from this list